Gatitos poché

Recién empezadito Enero y el verano ya nos ataca con 40ºC de térmica.

Y como cada verano, mi compañera “La Cuadrada”, se viene con ojotas y un vestido hippie traslúcido, el cual deja en evidencia una diminuta tanga y que no lleva corpiño, y las carnes se le mueven como si estuviera hecha de gelatina, y ella toda orgullosa se mueve por la empresa dejando a su paso pilas de empleados que ante tal visión agarran lo primero que encuentran para sacarse los ojos.

Comprendan, mi problema no es con la gente con kilos de más, sino con la falta de decoro de esta “señora”. Porque no es una empresa nudista ¡Nadie viene en bolas a trabajar!

A las 6pm... Entre el calor, y el dolor de cabeza que me causan en el trabajo, apenas puse un pie en la vereda, y hasta que llegué a mi casa solo pensaba en darme una ducha.
Para colmo, cuesta tanto subir la escalerita para llegar al depto cuando uno llega cansado y abombado por el calor (y ni les cuento cuando vuelvo de una trasnochada).
Me dirijo hacia el baño para darme la tan ansiada ducha. Mientras voy dejando el calzado y el morral en el camino, me encuentro a los pobres gatos tirados en el piso. Les rasco la panza y apenas si abren un ojo como diciendo “ah, sos vos…” y se entregan nuevamente a su pachorra. Pobrecitos, les ofrecí agua y leche fresca, pero ni bola me daban, así que decidí hacer algo que vengo postergando desde hace meses, para “Cuando haga mucho calor”, bañar a los gatos!

Ya se, muchos dicen que los gatos no se bañan, pero yo pienso diferente. Los gatos serán limpios, pero también tienen el viejo vicio de dormir en la cama, MI cama (a pesar de que ellos digan lo contrario), y con el calorete que hace, necesitan una refrescada extra. Por lo tanto, cada verano los baño un par de veces, y luego los dejo descansar durante el invierno.

Una palangana con agua calentita, jabón neutro, toalla vieja, un traje para entrenar perros, y ganas, es todo lo que se necesita.
Ok, lo del traje no es taaan así, a mis gastos no les hace gracia que los bañe, se quejan, pero se la re bancan, y cuando terminamos, uno puede ver como el alma les vuelve al cuerpo. Se ponen a jugar, buscan mimos, se revuelcan en el sol y piden de comer!












Maggie, aún con el flequillo mojado, solo le falta la piña colada. El Toto (la furia naranja), y Bonnie (el conejo blanco): demasiado “ocupados” para mirar a la cámara.

Ahora si, aprovecho que los chicos estan entretenidos y me voy a dar una ducha, y luego a devorar galletitas Lincoln con un vaso de leche chocolatada.

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