De tal palo, tal astilla

Desde el año pasado la hija del dueño trabaja con nosotros. Si este proyecto de humanoide ya se llevo unos cuantos premios por las reducciones que hizo en la empresa, entre ellas “el episodio del agua”, que por cierto lo resolvió conectando el caño del agua corriente al dispenser, así que cuando queremos tomar agua básicamente terminamos bebiendo agua común, pero eso si, bien fresquita, o bien calentita.
Por lo tanto, el que quiera agua purificada, tiene que ir comprar al quiosco.

La imagen que ven a continuación muestra el nivel de contaminación del agua según la zona, no voy a decir en donde trabajo, pero si les puedo decir que ahí no hay una gotita azul que indique que el agua es segura.
Ok, ok… esto solo muestras diferentes puntos donde el agua fue analizada, y que la gotita que no sea azul, no necesariamente significa que vamos a terminar todos envenenados. Pero… la verdad no me hace sentir muy confiado de beber todo el tiempo el agua de la canilla.

Fuente: www.elmapadelagua.com.ar

Como les decía… la hija del dueño…

Señorita de veintipocos años, siempre vestida a la moda, en general tiene buen trato. En una ocasión, mientras conversaba con unas chicas de ventas sobre lo que había hecho el fin de semana, lo cual incluida ir a comer a Recoleta, ir de compras por Palermo Soho, y no se que pelotudes mas… hasta que en un momento escucho que pregunta “¿Para, para, pero que es puchero?”, y cuando sus interlocutoras se mostraron sorprendidas e intentaron explicarle que se trataba de una comida y no del gesto con la boca, la Srta. se dió media vuelta y se fue ofendida, dejando a todos con expresión de WTF. Tal vez se horrorizó al darse cuenta que estaba hablando con gente que “No era como uno ¿vio?”, y sobre "comida de pobres". Yo que se…

Pero bueno, mas alla de esto, todo iba relativamente bien, hasta se empezó a hacer cargo del sector de compras, o mejor dicho de suministros de la empresa, y empezó la discordia.

Paso a detallar un par de ejemplos:

- Si necesito cartuchos para la impresora

Antes: anotábamos en un papel el numero de cartucho y se lo dábamos a la persona que hacia los pedidos de librería, y cuando el dueño se dignaba a pagar la deuda del pedido anterior, entonces se hacia el nuevo.

Ahora: hay que entregarle a “la nueva encargada de suministros” la cajita del cartucho que se esta terminando, a modo de “evidencia” de que necesitamos uno nuevo. La Srta. entonces anota nuestro nombre y fecha en que hizo la entrega del articulo nuevo.

- Si necesito hojas para imprimir

Antes: ni siquiera era necesario pedirlas, por un lado se consideraba que SIEMPRE debia ahber hojas y se compraban regularmente, así que simplemente le pedía una resma de A4 y Oficio a la chica de compras que las guardaba y listo.

Ahora: hay que entregarle a “la nueva encargada de suministros” el envoltorio vacio de la resma, a modo de “evidencia” de que necesitamos uno nuevo. La Ssrta. entonces anota nuestro nombre y fecha en que hizo la entrega del articulo nuevo.

Si bien todo estos controles molestaban, y la verdad hasta nos ofende, porque TODO el mundo sabe que los robos de artículos de librería, de cocina, de baño, suceden después de hora, cuando ya no queda hay NADIE de OFICINA, excepto por una par de empleados del deposito, que irónicamente el dueño los considera de CONFIANZA.

Pero hubo un cambio en particular que esta Srta. Implemento, a partir del cual si yo fuera ella, contrataría guardaespaldas, alguien que me pruebe la comida, y otro que encienda el auto antes que yo. No tuvo mejor idea que bloquear el acceso a Facebook, Tweeter, MSN y no me acuerdo que mas, alegando que “los de ventas boludean mucho”, lo cual es cierto :P .

Pero, ¿Era necesario crearse tantos enemigos por eso? Porque la verdad es que el nivel de boludeo no cambió nada.
Ademas, si ella misma tiene un smartphone con acceso a Internet, no es raro que el resto de la gente de ventas también lo tengan, y que por cierto así es!

Así que ahora no solo siguen boludeando en facebook, tweeter, etc etc etc a través de sus propios teléfonos… sino que la mina se convirtió en el enemigo público Nº1.

Que puedo decir… the apple doesn't fall far from the tree

(1920 - 2012) Ray vuelve a casa...


El primer cuento que leí de Bradbury fue "Todo el verano en un día", y cuando me enteré de esta noticia fue lo primero que me vino a la memoria. Porque cada vez que lo oigo nombrar, o leo su nombre recuerdo lo que sentí aquella tarde. Mi madre siempre me leía, y cuando aprendí a hacerlo solo no tardó en armarme una biblioteca que contaba con Malfalda, Elsa Bornemann, clásicos de Shakespeare  y Cervantes adaptados para chicos (todavía tengo esos libros!) entre otras cosas. Pero a ninguno lo recuerdo tanto como a Ray Bradbury, el me enseñó que un cuento no siempre debe tener un "final feliz". Era muy chico cuando leí este cuento, y todavía recuerdo esa sensación rara, como de congoja, ese sentimiento extraño de ¡No puede ser!, ese... bah! no se como describirlo. Mejor lean por uds. Mismos.


Todo el verano en un día 
(All Summer in a Day © 1954, Ray Bradbury) 

—¿Ya?
—Ya.
—¿Ahora?
—En seguida.
—¿Sabrán los sabios, realmente? ¿Sucederá hoy?
—Mira, mira y verás.

Los niños se amontonaban, se apretujaban como muchas rosas, como muchas flores silvestres, y miraban hacia afuera buscando el sol oculto.
Llovía.
Llovía desde hacía siete años; miles de días sobre miles de días que la lluvia había tejido de extremo a extremo, con tambores y cataratas de agua, con el estrépito de tempestades que inundaban las islas como olas de una marea. La lluvia había triturado mil bosques que habían crecido mil veces para ser triturados de nuevo. Y así era para siempre la vida en el planeta Venus, y aquélla era, la escuela de los hijos de los hombres y mujeres del cohete que habían venido a un mundo de lluvias, a traer la civilización y a vivir sus vidas.

—¡Para! ¡Para!
—¡Sí, sí!

Margot no miraba con aquellos niños que no podían acordarse de un tiempo en que no todo era lluvia y lluvia y lluvia. Tenían todos nueve años, y si había habido un día, siete años atrás, en que había salido el sol una hora, mostrando su cara a un mundo sorprendido, no podían recordarlo. A veces, de noche, Margot oía cómo se movían en sueños, y ella sabía entonces que recordaban el oro, o un lápiz amarillo, o una moneda tan grande que con ella uno podía comprarse el mundo. Sabía que creían recordar un calor, un ardor en las mejillas, en el cuerpo, en los brazos y las piernas, en las manos temblorosas. Pero luego despertaban siempre al tamborileo trepidante, al interminable tintineo de unos collares de perlas trasparentes sobre el tejado, el sendero, los jardines, los bosques..., y los sueños se desvanecían.
Todo el día anterior, en clases, habían leído acerca del sol. De cómo se parecía a un limón, y de cuán caliente era. Y habían escrito cuentos o ensayos o poemas a propósito del sol.


"El sol es una flor que sólo se abre una hora".
Eso decía el poema de Margot, leído en voz baja en el aula silenciosa, mientras afuera caía la lluvia.

—¡Bah! ¡No lo escribiste tú! —protestó uno de los chicos.
—¡Sí! —dijo Margot—. ¡Yo!
—¡William! —dijo la maestra.

Pero eso había sido ayer. Hoy la lluvia amainaba y los niños se apretaban contra los gruesos cristales del ventanal.

—¿Dónde está la maestra?
—Ya viene.
—Pronto, o no veremos nada.

Los niños eran como una rueda febril de rayos que subían y caían.
Margot no se acercaba a ellos. Era una niña frágil y parecía que hubiese andado muchos años perdida en la lluvia, y que la lluvia le hubiese desteñido el color azul de los ojos, el rojo de los labios y el oro del pelo. Era como la vieja fotografía de un álbum, polvorienta, borrosa, y hablaba poco, y con una voz de fantasma. Ahora, alejada de los otros, miraba la lluvia y el turbulento mundo líquido más allá de los vidrios.

—¿Qué miras? —dijo William.
Margot no respondió.
—Contesta cuando te hablan.

William le dio un empujón. La niña no se movió; es decir, dejó que el empujón la moviera, y nada más.
Siempre la apartaban así. Margot no jugaba con ellos en los túneles sonoros de la ciudad subterránea, y nunca corría con ellos y se quedaba atrás, parpadeando. Cuando la clase cantaba canciones que hablaban de la felicidad, de la vida, de los juegos, apenas movía los labios. Sólo cantaba cuando los cantos hablaban del verano y del sol, y entonces clavaba los ojos en los ventanales húmedos.
Y además, por supuesto, había otro crimen, más grave. Margot había llegado de la Tierra hacía sólo cinco años y aún se acordaba del sol. Recordaba que cuando tenía cuatro años el sol aparecía en el cielo de Ohio todas las mañanas. Ellos, en cambio, habían vivido siempre en Venus, y sólo tenían dos años cuando el sol había salido por última vez, y ya se habían olvidado de su color, su tibieza, y de cómo era en realidad. Pero Margot recordaba.

—Es una moneda —dijo una vez Margot, cerrando los ojos.
—¡No, no! —gritaron los niños.
—Es como el fuego de la chimenea —dijo Margot.
—¡Mientes, no! —gritaron los niños.

Pero Margot recordaba, y lejos de todos, en silencio, miraba las figuras de la lluvia en los vidrios.
Una vez, un mes atrás, no había querido bañarse en la ducha de la escuela, se había cubierto la cabeza con las manos, y había gritado que no quería que el agua la tocase. Luego, oscuramente, oscuramente, había comprendido: era distinta, y los otros notaban la diferencia, y se apartaban.
Se decía que los padres de Margot se la llevarían de nuevo a la Tierra el año próximo, pues era para ella cuestión de vida o muerte, aun cuando la familia perdería por ese motivo varios miles de dólares. Por eso la odiaban los niños, por todas esas razones, de mucha o poca consecuencia.
Odiaban aquel pálido rostro de nieve, su silencio ansioso, su delgadez, y su futuro posible.

—¡Vete! —William la empujó de nuevo—. ¿Qué esperas?
Entonces, y por primera vez, Margot se volvió y lo miró. Y lo que esperaba se le vio en los ojos.
—¡Bueno, no te quedes ahí! —gritó William, furioso—. No verás nada.
Margot movió los labios.
—¡Nada! —gritó William—. Fue todo una broma, ¿no entiendes? —Miró a los otros niños—. Hoy no pasará nada, ¿no es cierto?
Todos lo miraron pestañeando, y de pronto comprendieron y se echaron a reír, sacudiendo las cabezas.
—¡Nada, nada!
—Oh —murmuró Margot, desconsolada. Pero si es hoy. Los sabios lo anunciaron, y ellos saben.
Hoy el sol...
—Fue una broma, nada más —dijo William tomándola bruscamente por el brazo—. Eh, vamos, será mejor que la encerremos en un armario antes que vuelva la maestra.
—No —dijo Margot, retrocediendo.

Todos se le fueron encima, y entre protestas y luego súplicas y luego llantos, la arrastraron a un túnel, a un cuarto, a un armario, cerraron la puerta, y le echaron llave. Se quedaron un rato mirando cómo la puerta temblaba con los golpes de la niña y oyendo sus gritos sofocados. Después, sonriendo, dieron media vuelta, y salieron del túnel en el momento en que llegaba la maestra.

—¿Listos, niños?
La maestra miró su reloj.
—¡Sí!
—¿Estamos todos?
—¡Sí!

La lluvia menguaba cada vez más.
Fue entonces como si en la película cinematográfica de un alud, de un tornado, de un huracán, de una erupción volcánica, la banda de sonido se hubiera estropeado de pronto, y todos los ruidos, todas las ráfagas, todos los ecos y truenos se hubiesen apagado bruscamente, y como si en seguida hubiesen arrancado el film del aparato, que proyectaba ahora una apacible fotografía tropical que no se movía ni trepidaba. El mundo se había detenido. El silencio era tan inmenso, tan inverosímil que parecía que uno se hubiese puesto algodones en los oídos, o que uno se hubiera quedado sordo. Los chicos se llevaron las manos a los oídos. La puerta se abrió, y el olor del mundo silencioso, expectante, entró en la escuela.

Salió el sol.
Tenía el color del bronce fundido, y era muy grande. Alrededor, el cielo era un deslumbrante mosaico azul. El hechizo se quebró al fin, y los niños se precipitaron gritando hacia el verano. La selva ardía bajo el sol.

—Bueno, no vayan muy lejos —les gritó la maestra—. Tienen sólo dos horas. Que la lluvia no los sorprenda afuera.

Pero los niños corrían ya con los rostros vueltos hacia el cielo, sintiendo que el sol les quemaba las mejillas como un hierro candente, y ya se quitaban los abrigos para que el sol les dorara los brazos.

—Es mejor que las lámparas de sol, ¿no es cierto?
—¡Oh, mucho, mucho mejor!

Dejaron de correr. Estaban en la enorme selva que cubría Venus, esa selva que nunca dejaba de crecer, tumultuosamente, que crecía mientras uno la miraba. La selva era un nido de pulpos y extendía unos tentáculos de zarzas carnosas, temblorosas, que florecían en la breve primavera. Tenía el color del caucho y de la ceniza, esta selva, luego de tantos años sin sol. Tenía el color de las piedras, del queso blanco y de la tinta.

Los niños se echaban riéndose en el colchón de la selva, y oían cómo crujía y suspiraba, elástica y viva. Corrían entre los árboles, resbalaban y caían, se empujaban, jugaban; pero sobre todo miraban el sol con los ojos entornados hasta que las lágrimas les rodaban por las mejillas. Tendían las manos hacia el resplandor amarillo y el asombroso azul y respiraban el aire puro y escuchaban el silencio y descansaban en él como flotando en un mar inmóvil. Todo lo miraban, todo lo disfrutaban. Luego, impetuosamente, como animales que han escapado de sus madrigueras, corrían y corrían en círculos, gritando. Corrieron toda una hora.

Y de pronto...
En plena carrera, una niña gimió.
Todos se quedaron quietos.
De pie, en la selva, la niña extendió una mano.

—Oh, miren, miren —dijo.

Todos se acercaron lentamente y miraron la mano abierta.
En el centro de la palma, como una ventosa, una gota de lluvia.
La niña se echó a llorar, mirando la gota.
Todos alzaron rápidamente los ojos al cielo.

—Oh, oh.

Unas gotas frías les cayeron en las narices, las bocas, las mejillas. El sol se apagó tras una ráfaga de niebla. Alrededor de los niños sopló un viento frío. Todos se volvieron y echaron a caminar hacia la casa subterránea, con los brazos caídos, las sonrisas muertas.
El estampido de un trueno los estremeció, y como hojas arrastradas por un viento que se levanta echaron a correr tropezando y tambaleándose. Un rayo estalló a diez kilómetros de distancia, a cinco kilómetros, a dos, a uno. Las tinieblas de la medianoche cubrieron el cielo.
Se quedaron un momento en la puerta del subterráneo hasta que la lluvia arreció. Luego cerraron la puerta y escucharon el ruido de las toneladas de agua, la catarata que caía en todas partes y para siempre.

—¿Otros siete años?
—Sí, siete años.

De pronto un niño gritó.

—¡Margot!
—¿Que?
—Está aún en el armario.
—Margot.

Los niños se quedaron como estacas clavadas en el suelo. Se miraron y apartaron los ojos.
Miraron de reojo el mundo donde ahora llovía, llovía y llovía, inmutablemente. Tenían unas caras solemnes y pálidas. Cabizbajos, se miraron las manos, los pies.

—Margot.
—Bueno —dijo una niña.
Nadie se movió.
—Vamos —murmuró la niña.

Lentamente, recorrieron el pasadizo bajo el ruido de la lluvia fría, entraron en la sala bajo el estrépito de la tormenta y el trueno, con unas caras azules, terribles, iluminadas por los relámpagos. Se acercaron al armario, lentamente, y esperaron.
Detrás de la puerta sólo había silencio.
Abrieron la puerta, más lentamente aún, y dejaron salir a Margot.




Versión ilustrada: Luke Ellison @deviantart

26.05.12 The Mission en Buenos Aires


Solo dos días después del jolgorio con De/Vision, y a pocas cuadras de allí, más precisamente en el renovado Teatro Vorterix, se presentó en Buenos Aires (tambores por favor…) ¡The Mission!.


La jornada empezó como un déjà vu, llegué y apenas había un par de personas. Lo bueno es que nos dejaron pasar a las 7.20pm, así que no fue tan grave.


Telonero #1: Monster Size, zafaron, pero les falta mucho, al final hicieron una versión muy interesante de Wicked Game, canción que hasta ahora nunca había llamado mi atención, creo que si fuera interpretada por una banda mejor, sonaría increíble.

Teloneros #2: eeehh mmm… se que alguien tocó, pero bue…

Teloneros #3: Fueron los mismos que abrieron para Sisters of Mercy y profanaron The hand that feeds. Como si eso fuera poco, ahora destrozaron Helter Skelter. Son un mamarracho, en especial el cantante, hacen mal a la vista y a los oídos. BASTA DE FLOOD OF TEARS!!! (*). 

Ahora, lo importante. Después de pelearse y amigarse y pelearse y amigarse y pelearse y amigarse… los señores Wayne Hussey, Craig Adams y Simon Hinkler sobrevivieron para festejar los 25 años.
Si bien The Mission forma parte de ese selecto grupo de padres fundadores del gothic rock, y todo esa movida que tanto nos gusta, sin embargo, hoy en día la cosa es muy diferente. Así que llamemos a las cosas por su nombre, este fue un concierto de rock, pero no tuvo nada de gótico.
En el público se podían ver muchos especimenes del género, y me sorprendió (o mejor dicho, caí en la cuenta del “25th Anniversary…”) de que la mayoría era “gente mayor”, y muchos de ellos trajeron a sus críos, y los que no, se la pasaban hablando de ellos y mostrándose fotos.
La verdad, me arriesgaría a decir que se generó un ambiente casi “familiar”. Y todo esto no es algo malo, porque el show estuvo espectacular y muy divertido. 


La fiesta comenzó con Beyond The Pale, que si no me equivoco, es la canción con la empiezan sus conciertos desde el principio de los tiempos. Yo estaba ubicado del lado de Craig Adams y nos moríamos de la risa con el tipo, y Wayne también estuvo de muy buen humor, hizo chistes y hasta le cantamos el Feliz Cumpleaños, ya que el día 26/5 es también el aniversario de su natalicio. Así que el Sr. Hussey nos guió como un director de orquesta, y acompañados por la mismísima banda nos dimos el gusto de cantar para el. Lo malo fue que sonamos como el culo, unos cantaron en ingles, otros en español, otros cantaron La Cucaracha, pero nada importó, creo que todos nos “sentimos realizados”. Además, escuchar viejas clásicas canciones de The Mission fue muy emocionante, en especial la versión acelerada y “extended” que hicieron de Wasteland

Para el primer bis Wayne volvió solo al escenario, y nos agasajó con Like a child again, luego se unieron los demás y remataron con unos covers de Neil Young y Bob Dylan.
El segundo bis nos trajo Blood Brothers y Tower of Strength. Regalaron púas, poses y caras felices para las cámaras, saludaron y… ¡Adiós amigos!


Mientras esperaba el colectivo, y durante el viaje no podía dejar de tararear un “popurrí” de lo que acababa de escuchar.


Y ahora, pasada la euforia, vuelvo a poner el reloj en cuenta regresiva….¿Podré ir a ver al otro padre fundador conocido como Peter Murphy? Veremos… veremos…


(*) Irónicamente, dije algo similar sobre Blood Parade allá en sus comienzos, y la banda terminó siendo un éxito 
¿Mi mala onda le dará buena suerte a estas bandas? Pff!

24.05.2012 De/Vision en Buenos Aires


Tarrrrde, pero seguro. No me olvidé del blog, pero no puedo dedicarle mucho tiempo por ahora. Sin embargo, no quiero dejar pasar estos dos eventos porque estuvieron excelentes, y la verdad, hasta último momento pensé que no iba a ir. Así que este post, y el próximo, salen apuntando a lo más atractivo, es decir, las fotitos.

Las puertas de Niceto abrían a las 7pm, y como siempre, me gusta asegurarme un buen lugar. Así que salí del trabajo a los pedos, puteando a mi jefe que me pedía cosas a último momento, puntando al bus porque tardaba en venir, y cuando finalmente llegó y me subí, seguí puteando porque iba lento.

Llegue a Niceto a las 7 o’clock y lo primero que pensé fué “¿Se habrá suspendido? ¿Lo cambiaron de lugar?”.
Había menos de diez personas en la entrada, y solo 6 éramos “público”.

Para cuando dieron las 8pm ya no sentía los dedos de los pies, todavía no dejaban entrar a nadie y la fila apenas se estiraba hasta unas 30 personas, aunque pensándolo bien, creo que éramos menos, una vergüenza.

A las 8.40pm aprox. un “hombre de negro” viene y nos dice “Ya pueden entrar, si quieren”… ¡¡¡WTF!!! Estábamos mas duros que el obelisco en invierno, re cagados de frío y casi hipotermiados, y el tipo muy jocoso nos dice “si quieren???”


Usualmente no me detengo a hablar mucho sobre las bandas soporte, pero en esta oportunidad vale la pena hacer la excepcion. A Distant Project los meó un elefante, cuando guitarrista empezó a darle a las cuerdas  y no sonaban ni los grillos, me acordé de Airheads cuando intentan tocar y descubren que los instrumentos estan desconectados.

Superado esto, el cantante se larga a hacer lo suyo, y en la segunda silaba el mic lo abandona. Pide ayuda, le dan otro mic que tampoco sirve. El tipo se rie y decide seguir cantando a fuerza de pulmon!. Le hacen señas de que use el nuevo mic, pero se equivoca y le canta al mic que sostiene en la otra mano y que no funcionaba, el flaco se sigue riendo.
Luego nos incita para que lo acompañemos en los coros, apenas dos o tres personas del publico le responden, y el sonido sigue fallando aquí y allá.

Si no fuera por la serie de eventos desafortunados, esta banda habría sido una maravilla. Honestamente, se merecen otra oportunidad, así que espero verlos en algún otro show, y que corran con mejor suerte,  y esto no es algo que digo a menudo.
También creo que el cantante tendría una gran carrera si se dedicara al stand up, el tipo se la re banco, y en todo momento mantuvo el buen humor.

Apenas un par de minutos antes de las 10pm De/Vision salió a escena, con Steffen Keth en la voz y Thomas Adam como “el hombre orquesta”. Podría parecer poco, pero no se dejen engañar, desde el comienzo con “Boy Toy” (del nuevo disco), Steffen pareció caer en un trance, por momentos cerraba los ojos y se ponía a bailar, parecía un ritual.
El público no tardó en contagiarse.

Nos dejamos transportar a través de su discografía, aunque obviamente se concentraron en el último álbum Popgefahr, y hasta nos ofrecieron un par de adelantos de lo que será su próximo disco Rockets & Swords.


Estuvieron impresionantes, y debo decir que sentía que los graves me perforaban el pecho. También me recordó mucho al concierto de Apocalyptica, por varios motivos:

1) La gente cantaba la música (no solo las letras).
2) Los músicos estaban realmente sorprendidos por esta actitud del público, Thomas nos escuchaba tararear y se mataba de risa.
3) Se notaba que la estaban pasando tan bien como nosotros, y ni los germanos ni los argentinos querían irse.

Finalmente el show terminó con “Flavour Of The Week”, luego de 1h 40m de puro machaque, y un par de frustrados intentos por retirarse. Digo frustrados porque cada vez que dejaban el escenario el público los llamaba, y ellos volvían con caras de desconcertados y riéndose.

Me quedé dando unas vueltas, pero la verdad el cansancio me venció y me fui a tomar el bondi. Luego me entero de que Steffen y Thomas salieron y estuvieron firmaron autógrafos y sacándose fotos con lo que quedaba de público.
¡¡¡Me ca** en la gran p***!!!!