¡¡¡Arriba los corazones!!!


Ayer cuando iba para el trabajo, me crucé con muchos chicos y adolescentes cargados con bolsitos y vociferando, y me pregunté “WTF?”. Hasta que me acordé…

En Argentina, el 21 de Septiembre se festeja el “Día de la Primavera” y el “Día del Estudiante”, esto último es bastante irónico por que básicamente se trata de salir a festejar el hecho de no ir a clases, y pasarse el día consumiendo alcohol y porros.

Acá en Shouganai no vamos a festejar la Primavera, no solo por que yo no acepto que festejar sea tomado como sinónimo de emborracharse y fumar porros; sino también por que a mi me gusta el frío del Invierno, las hojas crocantes que caen de los árboles en Otoño, y N/N esta desaparecida en acción, así que no tiene voto.
Para mi, la Primavera significa época de alergias, de pajaritos chillones, de hediondez incontrolada en los trasportes públicos, de mosquitos y paranoia renovada por el Denge.

Sin embargo, hubo una época en la que mis pensamientos matutinos eran mucho mas positivos y alegres, es que… claro, antes mis mañanas eran muy diferentes…


9am en punto. ¡¡¡Arriba los corazones!!!
Con ese grito de guerra y abriendo la persiana hasta el tope, me despertaba mi abuela cuando era chico. Yo quedaba agarrado a la lámpara del techo del susto que me pegaba, obviamente.

9.02am.
No había forma de negociar para que me dejara remolonear en la cama. Dos minutos le tomaba levantarme y llevarme con empujoncitos hasta la cocina, desde donde me llegaba la voz de Héctor Larrea y su programa de radio “Rapidísimo”.
En pijamas, con el pelo revuelto y lagañas en ojos, me sentaba a la mesa, donde me esperaba una tasa enorme de mate cocido, y una variedad de galletitas, pan tostado y mermeladas.
Mi abuela se sentaba enfrente mío, mientras se arreglaba las uñas rosa perlado o se retocaba el maquillaje, hasta que yo terminaba de desayunar. Después si, me dejaba libre de ir al baño, o a molestar a mi abuelo al taller, obviamente siempre elegía esto último.

Aaahhhh como extraño la niñez… no, en realidad no extraño mi niñez, por que cuando era chico quería “ser grande”. Lo que realmente hecho de menos son “esos momentos” en particular, esas mañanas tomando mate cocido y escuchando a Héctor Larrea junto a mi abuela, o darle de comer a la banda de pajaritos que tenia mi abuelo, o bien “ayudarlo” en sus inventos, como cuando intentaba hacer un ventilador con una lámpara de pie y un secador de pelo (¡Y lo logró!).

A continuación, una animación que ilustra a la perfección una típica mañana de Citizen X.
¡La verdad que asusta cuanto se asemeja a mi realidad!

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